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A la sombra de la cordura

Los pacientes con trastornos mentales se debaten entre el dolor y la esperanza

Un paciente camina descalzo por los pasillos del Hospital Psiquiátrico Mario Mendoza


Tegucigalpa El Hospital Psiquiátrico Mario Mendoza tiene losetas viejas por piso y una farmacia que no da abasto. Es lo que el Gobierno otorga a los pacientes que deambulan en sus predios con la salud mental desquebrajada o colgada de un hilo.

Esta institución lleva el nombre de quien la visionó: Mario Amado Mendoza, pionero de la psiquiatría nacional que murió el 21 de octubre de 1971 sin ver edificado el proyecto, un lugar donde, 46 años después, casi 400 personas llegan a diario en busca de aliviar su cordura.

Dentro del edificio, sentada y muda en el ruidoso pasillo de consulta externa, Irma López esperó con calma a que un doctor dijera su nombre. Su hermano murió asesinado hace 18 años; desde entonces, ella recibe atención psiquiátrica para una depresión que dilata sus palabras.

A la pregunta acerca de cuándo fue la última vez que se sintió plenamente feliz, responde: “Ya perdí la cuenta; creo que fue cuando nació mi primer hijo”. No hay sonrisa que acompañe su recuerdo. 

Tensión permanente


Wilmer David Jácome, psicólogo

Wilmer David Jácome, psicólogo que labora en el Mario Mendoza, explicó que la depresión es el padecimiento psiquiátrico más frecuente en Honduras, pues “se debe [básicamente] a la violencia de todos los tipos: común, organizada e intrafamiliar”.


Una investigación realizada por el Posgrado de Psicología Clínica de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH) reveló que uno de cada dos hondureños está expuesto a sufrir algún tipo de trastorno mental debido al clima de la violencia que se vive en este país (cuyo índice de criminalidad es el sexto más alto del mundo).

Los estratos sociales también son una contracorriente para la salud mental de los hondureños, porque el costo de los medicamentos psiquiátricos es elevado y el sistema de salud pública es incapaz de suplir la demanda.

Según Jácome, el tema económico es un detonante en la deficiencia del aprendizaje, porque la “discapacidad intelectual, que es como se le conoce al retraso mental, tiene mucho que ver con la alimentación", puntualizó.

La ubicación de los centros de atención es un obstáculo para los habitantes del interior del país. Los principales hospitales psiquiátricos, el Mario Mendoza y el Santa Rosita, están en Tegucigalpa. “Algunos pacientes de La Mosquitia vienen [al hospital] gastando 3 mil lempiras (150 dólares); son pacientes que tienen un escenario desfavorable” indicó Jácome.

Sala de espera del Hospital Psiquiátrico Mario Mendoza

El tratamiento


El restablecimiento mental de una persona depende de tres factores: el médico, el social y el personal.

El primer factor, a cargo del personal del Mario Mendoza, se basa en las medicinas como mecanismo fundamental en la asistencia de  pacientes ambulantes e internos. 

A nivel de ingreso, el régimen de hospitalización se divide en Sala para mujeres y Sala para varones, de tonos rosas y azules respectivamente, donde los atendidos reciben terapia ocupacional.

 
En la Sala para mujeres (arriba) las internas ven televisión y se mantienen taciturnas. Los varones (abajo) no hacen algo similar en su espacio, donde las miradas son hostiles.


Este método consiste en instruirlos en actividades productivas, como la elaboración de manualidades y obras de arte, para liberar el estrés a través de la construcción de un sentimiento de utilidad.

La Sala de Terapia Ocupacional del Hospital Psiquiátrico Mario Mendoza es el espacio más colorido del lugar; mas no está exento de enclaustrar indicios de dolor que aparecen si al recorrerlo se es minucioso. 


Cualquiera pensaría en la presencia de niños al entrar en una sala llena de caricaturas estampadas y figuras de papel maché. Karen López, terapeuta profesional, contó cómo personas de todas las edades intervienen en estos ejercicios. 

Uno de los dibujos mostraba secuencias de círculos pequeños parecidos a dos ciempiés; fue hecho por Zulema, de 27 años, una paciente con trastorno bipolar que fue dada de alta ese mismo día. En los bordes de la página se lee: “para una persona muy especial, con mucho amor y cariño”. 

Los dibujos hechos por los pacientes son un espejo muy útil para conocer sus nebulosos subconscientes

Para la psicoterapeuta Sara Murillo Antúnez, especialista en emergencias del hospital, la crisis mental que atraviesa Honduras puede encontrar la solución a través de la ayuda comunitaria; algo sumamente necesario frente al contexto universal. 

“Se pensaba que para el año 2020 la depresión sería la primer causa de consulta; sin embargo, ya [en 2017] ocupa el primer lugar”, apuntó. Desde su perspectiva, el fácil acceso que tienen los jóvenes a estupefacientes los expone cada vez más a episodios de depresión que culminan en suicidios; por lo que hay que descubrir los recursos internos que les permitan sobrellevar las crisis.

Sara Murillo Antúnez, especialista en emergencias del Hospital Psiquiátrico Mario Mendoza

El énfasis que hizo esta especialista en los “recursos internos” se basa en el tercer factor del tratamiento: el personal; o, como ella lo llamó, “el factor genético”. Ilustró su argumento con el ejemplo de los niños que “viven de y en la calle” y que deciden superarse o entregarse a la delincuencia.

Según Murillo Antúnez, mientras algunos jóvenes sucumben a las malas influencias, “hay otros que nacen con una forma diferente de ver la vida, y del problema sacan la oportunidad para enfrentar la crisis, buscando soluciones adecuadas para salir adelante".

Hay esperanza

En la sala de espera se cruzaban los pasos del personal del hospital, los familiares de los pacientes y éstos últimos, que circulaban en paz diciéndose a sí mismos, en voz alta, regaños, recordatorios o chistes. Se ríen; al menos José Meléndez lo hace. 

Él vino desde El Progreso, Yoro, a cumplir su cita de cada tres meses. Al igual que Irma, recibe tratamiento por depresión; pero sus sonrisas y los versículos de la Biblia que  regalaba a quien lo escuchaba en la entrada disipaban cualquier apariencia de pensamientos oscuros. 

Atribuye su mejoría al “poder de Dios y a la ayuda que brindan los doctores a través de la ciencia”. No le reprocha nada a las condiciones de las instalaciones. Aprovecha la entrevista para recitar un verso: “Karina es bella como una estrella, es preciosa como una rosa, es linda y maravillosa como una princesa hermosa, yo soy un clavel y ella una bella rosa”.

Desde sus génesis a mediados del siglo XX, las instalaciones psiquiátricas en Honduras tienen aires carcelarios

Irma López y José Meléndez parecen polos opuestos cuando se les compara en sonrisas y tonos. Pero ambos comparten pasados tortuosos que tallaron ecos permanentes en sus miradas, que apuntan hacia el vacío en breves o largos momentos. Les gusta la música cristiana y se aferran a sus creencias religiosas desde la sombra de la cordura.  

Meléndez no quiso una foto en su asiento de la sala de espera. “Aquí hay un mejor paisaje”, dijo, en tanto se dirigió al parque que aísla al recinto del ruido de la calle. En ese espacio hay suelo fértil para los árboles y caminos de concreto para las personas; ideal para despejar la mente. El progreseño posó frente a una valla, con su biblia en una mano y los dos dedos de la “paz” en la otra. En vez de “güisqui”, dijo “tranquilidad”.

José Meléndez, paciente del Hospital Psiquiátrico Mario Mendoza












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