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Identidad persistente

El rescate del centro histórico apuesta a cambiar la ideología de los hondureños.


En el MIN destella el arte vanguardista de Honduras
 a través de exposiciones de tallas cosmopolitas

Tegucigalpa. Un grupo de estudiantes aguardaba bajo el sol de domingo a que el Museo para la Identidad Nacional (MIN) abriera sus puertas, pues cumplían con una tarea de su clase de Historia, impartida en la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH).

Maynor era uno de ellos. Aspecto indudable de adolescente, menos de 20. Como sus compañeros, llegó por compromiso académico, por los puntos; no le gustan la historia o los museos. “Ahorita estaría en mi casa, jugando en el celular”, dijo.

Ya eran las 11:07 de la mañana, y el museo no abría. Un guardia salió, al fin, y dio las indicaciones para entrar: no mochilas, no celulares, no comida. Frente al enorme edificio blanco y melón del siglo XIX, los jóvenes se cubrían del sol con sus cuadernos. Entraron en grupos de diez. 



El recinto fue restaurado entre 2004 y 2005, gracias a lo cual cumple con estándares internacionales de control de humedad, incendios y seguridad. En el MIN destella el arte vanguardista de Honduras a través de exposiciones de tallas cosmopolitas; su proceso de culturización social, emprendido desde 2008, deja huella con obras y festivales increíbles.

Mientras los estudiantes eran guiados como una manada por el lugar, el personal del edificio surcaba los pasillos: personas ocupadas. Una de ellas, María del Carmen Castellón,  ofreció un segundo y algunas palabras entre su ajetreo.

Tiene 51 años y ha trabajado 10 en el museo. La música de Guillermo Anderson es su preferida. Aunque se dedica al mantenimiento, dijo que ha aprovechado su trabajo para darle vuelo a sus dotes artísticos.

Con cartón, pintura y semillas, realizó una obra de arte conceptual inspirada en el trabajo del maestro Santos Arzú, artista plástico nacional que exhibió su obra en el MIN. Sonrió al recordarlo.

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En la sala Copán Virtual se puede viajar, desde una amplia pantalla curvada de cine, hacia el pasado de los dioses y emperadores mayas.



Castellón se despidió y se marchó, parecía buscar a alguien. El grupo de jóvenes estaba, mientras tanto, en una de las salas emblemáticas de la institución: Copán Virtual, donde se puede viajar, desde una amplia pantalla curvada de cine, hacia el pasado de los dioses y emperadores mayas.

Algunos bostezaban y hablaban —aunque no fuera sobre la caída del imperio que inventó el cero—. El asombro que genera el tour, en otros, no estaba en ellos; sólo esperaban que el encargado les ayudara con las preguntas de la tarea.

La siguiente sala en el itinerario de la visita fue “Correo certificado, primer aviso”, una exposición de Pilar Leciñena, artista hondureña, que retrata la belleza de los mensajes escritos, amenazados por la era digital. Los estudiantes se interesaron; tal vez algunos todavía escriben y sienten como antes.

En los pasillos, las canciones de Anderson se intercalaban con piezas de jazz improvisado. Allí funcionaba, a mediados del siglo XX, el Palacio de Ministerios, fundado en los tiempos del dictador Tiburcio Carías Andino; quien ahora permanece inmortalizado junto a otros gobernantes en una de las salas.

Sala "Formación histórica de una nación", Museo para la Identidad Nacional (MIN)

Esa sala, “Formación histórica de una nación”, fue la última del recorrido. Las paredes son una línea de tiempo viva entre la que el grupo caminó, mientras descubrían el proceso de formación del país hasta la modernidad. Allí había desde bustos precolombinos, el baúl personal del padre José Trinidad Reyes, fundador de la UNAH, hasta un ornamento obispal bordado con oro.


Eran las dos de la tarde y los estudiantes se aglomeraron alrededor de una lista de asistencia. El día de museo llegaba a su fin. Al salir, en silencio, se dispersaron y cada uno regresó a sus vidas, tan individuales. Atrás quedó el espacio artístico más importante del país, cuyo patrimonio cultural va más allá, mucho más allá, de ser material para una tarea.




 

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